Santo Tomás Moro (Tratado sobre la Pasión, homilía 1)
- Eder Wilmer Carrasco Saavedra
- 12 may
- 3 Min. de lectura

«Cristo nos amó hasta el extremo»: Da la vida por sus enemigos
Meditemos profundamente sobre el amor de Cristo nuestro Salvador, «que ha amado a los suyos hasta el extremo» (Jn 13,1), hasta el punto que por su bien, voluntariamente, sufrió una muerte dolorosa y manifestó el máximo grado de amor que puede existir. Pues Él mismo dijo: «No hay amor más grande que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15,13). Sí, este es el amor más grande que jamás se haya demostrado. Y sin embargo, nuestro Salvador nos dio uno mayor por que dio esta prueba de amor igual para sus amigos y sus enemigos.
¡Qué diferencia entre este verdadero amor y otras formas de amor falso e inconsistente que pueden encontrarse en este pobre mundo!… ¿Quién puede estar seguro, en la adversidad, de mantener a muchos de sus amigos, cuando nuestro Salvador, cuando fue arrestado, permaneció solo, abandonado de los suyos? ¿Cuándo tú te vayas, quién querrá ir contigo? ¿Si fueras rey, tu reino no te dejaría partir sólo para olvidarte tan pronto? ¿Incluso tu familia no te dejaría marchar, como una pobre alma abandonada que no sabe a dónde ir?
Así pues, aprendamos a amar en todo momento, como deberíamos amar: a Dios sobre todas las cosas y a todas las otras cosas por Él. Por que cada amor que no nos lleva a este fin, es decir, a la voluntad de Dios, es un amor vano y estéril. Todo amor que dirigimos a un ser creado y que debilita nuestro amor hacia Dios, es un amor detestable y un obstáculo en nuestro camino hacia el cielo… Así que, como nuestro Señor nos ha amado tanto para nuestra salvación, imploremos asiduamente su gracia, temiendo que en comparación con su gran amor, a nosotros se nos encuentre repletos de ingratitud.
COMENTARIO TEOLÓGICO
La reflexión de Santo Tomás Moro sobre la Pasión de Cristo, aunque breve, ofrece una profunda y perdurable sabiduría sobre la naturaleza del amor cristiano. Su análisis, nacido de una fe profunda y forjado en la adversidad personal , sigue siendo una llamada apremiante para los creyentes de todas las épocas a reevaluar radicalmente sus propios amores. Moro nos confronta con el estándar absoluto del agape de Cristo, que ama hasta el extremo, incluso a los enemigos. Expone la insuficiencia y la inconsistencia del amor mundano cuando se desvincula de Dios, revelando sus raíces en el interés propio y su limitación temporal. Presenta el Ordo Amoris no como una restricción, sino como el camino hacia la verdadera libertad y fecundidad espiritual, advirtiendo contra los amores "vanos" o "detestables" que nos desvían de nuestro fin último. Finalmente, nos alerta sobre el sutil pero grave peligro de la ingratitude ante el don inconmensurable de la redención.
El legado de Moro no es simplemente una exposición teológica, sino también una guía práctica para el discernimiento espiritual. Los criterios que ofrece para distinguir el amor verdadero del falso, y su insistencia en el correcto ordenamiento de las afecciones, proporcionan herramientas valiosas para que los cristianos naveguen la complejidad de las relaciones humanas con una brújula centrada en Dios. Este enfoque fomenta la madurez espiritual al instar a un examen honesto de las propias motivaciones y prioridades.
Vivir este amor ordenado en un mundo contemporáneo, a menudo marcado por el individualismo, el relativismo y el secularismo, presenta desafíos significativos. Exige una contracultura del corazón, una disposición a ser un "signo de contradicción" , priorizando a Dios y el bien eterno sobre las gratificaciones inmediatas o las presiones sociales. Como Moro mismo subraya, esto es imposible sin la ayuda divina. La necesidad de implorar constantemente la gracia, de recurrir a la oración y los sacramentos, y de emprender un camino continuo de conversión ("caminar en la luz", arrepentimiento ante la Cruz) sigue siendo tan vital hoy como en el siglo XVI.
Sin embargo, a pesar de las advertencias severas sobre el amor falso y la ingratitude, el mensaje final de Moro es de esperanza. Su última palabra es una llamada a la gracia, lo que subraya la convicción de que la transformación es siempre posible a través de la misericordia de Dios. El enfoque no se detiene en el fracaso humano, sino que apunta al poder redentor del amor de Cristo para sanar, reordenar y elevar el corazón humano. El Tratado sobre la Pasión de Santo Tomás Moro, por lo tanto, no es un memorial histórico, sino una invitación viva a encontrarnos de nuevo con el amor extremo de Cristo y permitir que ese encuentro remodele nuestras vidas, haciéndolas verdaderamente libres, fructíferas y orientadas hacia Dios.
Eder Carrasco Saavedra (Docente y teólogo)
Comments